Todas las entradas por Sebastián Lozano

Poema XXII

Entre las costillas de mi pecho blando

he cosido telarañas de hormigón.

Están sujetas por tres lañas, los infiernos,

y ancladas a la razón,

para que si amo, canto o me hacen daño,

nunca se me salga el corazón.

Pero he dejado una puerta abierta,

para sacármelo cuando yo quiera.

A que le de la luz, y la lluvia,

y a que vea las estrellas,

para acunarlo cuando se desvele

y mostrarle el sol que nunca quema.

Atraparlo entre mis manos,

calentarlo en las hogueras,

ver mis sueños en sus sueños,

y enterrarlo cuando muera.

Los tres infiernos:

haberte tenido,

no tenerte,

recordarte.

La Rueda que nos mueve, y otros poemas huérfanos…

POEMA XXVIII

Mientras el vehemente corazón
desbocado libre su contienda
nada habrá en la voz de la razón
capaz de contener sus riendas.

Cuando hastiado al fin de batallar
a contemplar su obra se detenga,
verá sobre los campos arrasados
una débil luz que tiembla.

El pasado, que no vuelve;
el ardor en sus entrañas,
que aún le queman;
y volviéndose a sí mismo
se dirá:

«Tarde, muy tarde llega por mí
este día,
en que agotado ya el fervor,
desvaneciéndose con él va
la vida mía».

Tiemblo al pensar que aquel fulgor
que de mi alma el fuego me infundía,
no era sino flaqueza y rencor
que yo confundí con osadía.

¿De qué me habrá servido tal valor?
Yo os lo diré:
¡No me sirvió de nada!
Pues muy tarde comprendo que el dolor
no muere por la espada.